Este post fue publicado originalmente en el blog de Public Words por Nick Morgan
¿Cualquiera puede ser un gran orador? Me hacen esa pregunta con sorprendente frecuencia. Y la gente lucha con la respuesta que les doy: Sí, si estás dispuesto a hacer el esfuerzo. Creo que lo que quieren oír es, No, esto es algo con lo que se nace (o no). Esto se debe a que esta última respuesta haría pensar que el responsable no soy yo, sino que es la naturaleza la que determina nuestras capacidades.
Así que, ¿te comprometes a convertirte en un gran orador? Si es así, comienza a pensar en seguir estos cinco difíciles pasos. No hay atajos, no hay carril rápido a la cima, no puedes saltarte la cola. Sólo trabaja duro en cada paso del camino.
1. Primero encuentra tu público y consigue meterte dentro de sus cabezas.
La mayoría de los aspirantes a oradores quieren empezar con ellos mismos, o sus discursos. Pero el lugar adecuado para comenzar es con tu audiencia. En primer lugar, tienes que encontrarlos – y puede ser que no sean los que tú piensas que son. ¿Quiénes son las personas que te escucharán hablar sobre un tema que te importe? ¿Dónde están los artistas del banjo, o los criadores de yak, o los jugadores de fútbol? ¿Dónde se reúnen? ¿Y cuando se juntan, de qué hablan?
Internet ha hecho que puedas identificar a tu público más fácilmente de lo era antes, pero el trabajo de llegar a conocerlos, profunda y personalmente, es tan importante y difícil como siempre. ¿Cuáles son sus esperanzas, sus miedos y sus sueños? ¿Qué han pasado y hacia dónde se dirigen?
Hasta que no sepas estas cosas acerca de tu público, no estarás listo para hablar con ellos – ni con nadie.
2. Ahora elabora tu discurso desde su punto de vista.
Tu discurso – el primer borrador – fue escrito desde tu punto de vista. Ahora piensa sobre ello desde el punto de vista de la audiencia. Tú estás contando las historias de la misma forma en que te sucedieron a ti. Eso no es tan interesante como debiera ser. La cronología de tu experiencia no es la mejor manera de contárselo a otros. Comienza con el punto más alto, el clímax, el centro de la acción. Trabaja a partir de ahí. Dile a tu audiencia lo más interesante, y después el resto. No guardes los mejores momentos para el final. Comienza con ellos, y luego crea algo aún mejor.
3. A continuación, haz un inventario personal de tus propias fortalezas y debilidades.
Una vez que tengas el discurso reestructurado desde la perspectiva de tu audiencia, entonces es el momento de mirar honestamente hacia ti mismo y averiguar lo que haces bien y lo que tienes que mejorar. La mayoría de nosotros preferiría omitir este paso, pero en el camino para ser un gran orador, es importante. Tal vez necesitas trabajar la voz, o necesitas trabajar en tu timidez. Cualquiera que sea el problema, aparecerá más grande y más brillante que nunca bajo las luces del escenario, así que será mejor saber primero cuál es.
4. Entonces ve al corazón dela naturaleza humana.
Así que ya conoces tus puntos fuertes y débiles. Pero por debajo de estos, está tu peor miedo, que casi con seguridad será lo opuesto a tu mayor fortaleza. Es ese defecto, esa cosa que odias ver, que llega al fondo de lo que te hace interesante y único. Hasta que no estés dispuesto a tratarlo honesta y completamente en bases diarias, no sólo en la terapia, no estarás listo para ponerte delante de los demás y ser humano. Porque eso es lo que exigimos como público. Esa cosa sobre ti mismo que te hace encogerte y sentirte avergonzado – eso es lo que te hará real para todos los que están sentados ahí fuera, en la oscuridad. No porque tengan exactamente el mismo defecto, sino porque ellos están ocultando algo también, y necesitan conectar.
5. Finalmente, olvidarte de ti mismo dándolo todo, de una manera desenfadada y libre al servicio de tu show.
Si has hecho los pasos anteriores con integridad, entonces realmente dar un gran discurso es un acto de libertad, no un gesto involuntario. Tú has hecho todo ese trabajo, no para dar una presentación en el escenario de forma agónica, sino con trascendencia. Tú muestras tu humanidad, no porque la revelación sea la “gran cosa”, sino porque estás listo para ponerla al servicio de tu conexión con nosotros, el público, sentado en la oscuridad, anhelando encontrar la autenticidad y la conexión.
Eso es lo que se necesita para ser un gran orador.